el perrito rodaba sin rumbo por un camino peligroso, lleno de coches depredadores. No paraba de llover y se sentía triste, solo y perdido...
En otro lugar lejano una pelota que daba vueltas sin parar pensó que le gustaría tener un compañero que la hiciera rodar con gracia, dar botes alegres y la cogiera entre sus dientes con una sonrisa.
Por fin llegó ese día especial en que ambos se encontraron en una casa que llaman de acogida.
Desde ese día ambos son felices juntos, pero no saben que su cuento todavía no ha terminado... porque los dos están en adopción.
Las personas que viven en la casa de acogida al perro le pusieron de nombre Martiño, pero la pobre pelota todavía sigue sin saber cómo llamarse.
Así que la persona que adopte a Martiño deberá ponerle un nombre a la pelota y compartir un montón de juegos y mimos con ellos.
¿Te animas?
proanimal@acopo.es
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