Tengo pocos bienes que dejar, no tengo nada de valor, excepto mi amor y mi fidelidad. Pido a mis amos que me tengan siempre presente en su memoria, pero que no sufran por mí. En mi vida me he esforzado en ser para ellos un consuelo en los momentos de tristeza y un motivo de alegría en su felicidad; me duele incluso, que con mi muerte, pueda causarles pena.
Es hora de decirles adiós y será triste dejarlos, pero no será triste morir, los animales a diferencia de los hombres no temen a la muerte.
Quiero hacer una ferviente petición, he oído decir frecuentemente a mis amos: “cuando muera no queremos más animales, lo queremos tanto, que no los podríamos tener” y yo quisiera pedirles, por amor a mí, que tengan otro inmediatamente, pues no tenerlos sería un triste recuerdo a mi memoria. Quisiera tener la certeza de que por haberme tenido en la familia, ahora ya no podrían vivir sin animales.
Nunca fui celoso, ni mezquino; jugué con el gato negro y con el perro, a quienes dejaba compartir la alfombra de la sala en los días de frío, y a todos di lealtad y amor.
A mi sucesor le dejo mi collar y mi cama y le deseo que, como yo, disfrute de la felicidad que yo disfruté en esta casa que es la mía.
La última palabra de adiós a mis queridos amos: Cuando visiten mi tumba, piensen en mí con tristeza, pero también con satisfacción, que “aquí descansa una criatura que nos amó” y por profundo que sea mi sueño, yo los escucharé y ni siquiera el enorme poder de la muerte impedirá que mi espíritu ronronee meneando la cola agradecido.
escrito por Agata Protectora
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