Después de una dura jornada de trabajo, José Ramón Martínez quedó el pasado mes de junio con dos amigos para tomar algo en un bar del municipio coruñés de Culleredo. Acompañado por su perro guía, como siempre, se dispuso a entrar en la cafetería A Rúa, situada en Fonteculler (Rutis). Pero, nada más pasar por la puerta, el dueño del establecimiento les advirtió de que en su local no entraba ningún animal.
José Ramón Martínez, que tiene una discapacidad visual, comenta que intentó explicarle al propietario de la cafetería que el perro no era un animal cualquiera y que se trataba de un perro guía, «amparado por la ley y perfectamente identificado por su arnés y correa». Tras unos minutos para intentar acercar posturas, no hubo acuerdo y José Ramón le pidió al encargado la hoja de reclamaciones, «que tuvimos que cubrir fuera del local», y que horas después presentó en una oficina de consumo. La queja llegó a la Xunta y la Consellería de Turismo abrió un expediente sancionador a la cafetería por una infracción administrativa leve con la imposición de una multa de 500 euros.
Sin embargo, el asunto no se quedó ahí y José Ramón acaba de presentar alegaciones porque considera que la Xunta ha sido demasiado indulgente y que lo ocurrido aquel día de junio debe ser tramitado como una falta grave, y no leve. «No quiero que pongan una multa más alta o más baja, se trata de la humillación que uno siente al intentar tener una vida normal y entrar en una cafetería. La perra tiene que estar en todo momento a mi lado, no puedo dejarla en la entrada, como sugirió el del local», explica José Ramón.
El propietario del establecimiento alegó durante el proceso sancionador que el trato fue «excelente», que se había ajustado «escrupulosamente a las obligaciones establecidas en la normativa turística» y que por eso se le ofreció dejar al animal en la puerta de la cafetería. También argumentó que en el momento en que ocurrieron los hechos desconocía que el animal era un perro guía. En este punto José Ramón no da crédito: «¡Pero si llevaba el arnés y venía conmigo! Además, yo le expliqué que era un perro guía...», indica el denunciante.
De todas formas, no es la primera vez que a José Ramón le pasa algo parecido. Aunque es reacio a dar detalles, comenta que algo similar le pasó con un taxista y con un sacerdote que no lo dejaba entrar a la iglesia con el perro. «Pero todo eso al final se solucionó», asegura mientras Xania, su perro guía, vigila a todo el que entra en la estación de autobuses de A Coruña, donde José Ramón trabaja todos los días como vendedor de cupones de la ONCE.
José Ramón Martínez, que tiene una discapacidad visual, comenta que intentó explicarle al propietario de la cafetería que el perro no era un animal cualquiera y que se trataba de un perro guía, «amparado por la ley y perfectamente identificado por su arnés y correa». Tras unos minutos para intentar acercar posturas, no hubo acuerdo y José Ramón le pidió al encargado la hoja de reclamaciones, «que tuvimos que cubrir fuera del local», y que horas después presentó en una oficina de consumo. La queja llegó a la Xunta y la Consellería de Turismo abrió un expediente sancionador a la cafetería por una infracción administrativa leve con la imposición de una multa de 500 euros.
Sin embargo, el asunto no se quedó ahí y José Ramón acaba de presentar alegaciones porque considera que la Xunta ha sido demasiado indulgente y que lo ocurrido aquel día de junio debe ser tramitado como una falta grave, y no leve. «No quiero que pongan una multa más alta o más baja, se trata de la humillación que uno siente al intentar tener una vida normal y entrar en una cafetería. La perra tiene que estar en todo momento a mi lado, no puedo dejarla en la entrada, como sugirió el del local», explica José Ramón.
El propietario del establecimiento alegó durante el proceso sancionador que el trato fue «excelente», que se había ajustado «escrupulosamente a las obligaciones establecidas en la normativa turística» y que por eso se le ofreció dejar al animal en la puerta de la cafetería. También argumentó que en el momento en que ocurrieron los hechos desconocía que el animal era un perro guía. En este punto José Ramón no da crédito: «¡Pero si llevaba el arnés y venía conmigo! Además, yo le expliqué que era un perro guía...», indica el denunciante.
De todas formas, no es la primera vez que a José Ramón le pasa algo parecido. Aunque es reacio a dar detalles, comenta que algo similar le pasó con un taxista y con un sacerdote que no lo dejaba entrar a la iglesia con el perro. «Pero todo eso al final se solucionó», asegura mientras Xania, su perro guía, vigila a todo el que entra en la estación de autobuses de A Coruña, donde José Ramón trabaja todos los días como vendedor de cupones de la ONCE.
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